Hermanos y hermanas en Cristo:
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
El Nuevo Testamento incluye información real sobre el hecho de que por lo menos algunos de los apóstoles - incluyendo San Pedro - eran hombres casados; (Mt 8,14-15; 1 Cor 9,4-5; Tito 1,5-7) y el estar casado se consideró como normal para aquellos ordenados que seguían en el ministerio: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador,...que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (I Timoteo 3: 2-4).
El matrimonio del clero es una de las características de la libertad cristiana. Los Cánones apostólicos establecen que el clérigo (obispo, sacerdote o diácono) no debe abandonar a su esposa por motivos de una FALSA piedad.
El clero casado, a lo largo de los siglos fue testimonio viviente de la santidad del matrimonio, a ejemplo de Cristo esposo de la Iglesia. El clero casado es capaz de entender los problemas de los casados. Un clérigo célibe tratando de aconsejar a casados sobre sus problemas, es como dice nuestro Señor Jesucristo: “Un ciego guiando a otro ciego.”
La Iglesia Anglicana Sínodo Unido reconoce en el celibato un estado de vida muy venerable, pero el matrimonio está por encima del celibato, ya que el Matrimonio es un SACRAMENTO.
Está demostrado que cuando el celibato es opcional: es decir, cuando hay clérigos casados y solteros, los casos de escándalos sexuales (pedofilia, violaciones, etc.) son mínimos o nulos.
El celibato sacerdotal, dentro de la Iglesia Católico Romana, siempre ha sido un tema candente. Más aún en los últimos años. La verdad es que durante la mayor parte de la historia de la Iglesia los eclesiásticos pudieron casarse y la inmensa mayoría así lo hizo.
¿Por qué este asunto ha sido tan discutido y prohibido?
Jesús no le dio tanta importancia. Sus discípulos estaban casados. El mismo Papa Juan Pablo II reconoció que Jesús no promulgó una ley que prohibiera a sus discípulos casarse. San Pablo menciona el matrimonio como un derecho natural. En la Carta a los Corintios dice: “¿Por ventura no tenemos derecho a comer y beber? ¿No tenemos derecho a hacernos acompañar de una esposa cristiana como los demás Apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?” (1Cor 9:4-5). La misma doctrina se encuentra en sus Cartas a Tito (Tit 1,6) y a Timoteo (1 Tim 3) en las cuales insta a los sacerdotes a que sean fieles a sus mujeres.
A medida que la incipiente religión cristiana crecía y era atacada por pensadores de otras religiones, se vio obligada a defenderse con argumentos filosóficos. Para explicar, de alguna manera convincente, la existencia del mal en el mundo, existían doctrinas dualistas que afirmaban que hubo dos principios eternos creadores, uno positivo del que procede lo bueno, el espíritu, la luz, y otro negativo del que procede lo malo, la carne, la tierra, las tinieblas. Así podemos recordar el dualismo de los maniqueos, de los pelagianos, de los cátaros. La Iglesia rechazó esas doctrinas, pero se contaminó de algunas de las enseñanzas combatidas.
La idea de que el cuerpo es una cárcel para el alma, metáfora original de Platón, también ha sido muy usada por escritores cristianos. Si lo material procede de un principio malo, cada vez que se multiplica lo material se multiplica el mal y el pecado. El ser humano reproduce lo material a través del sexo, por ello, según estas interpretaciones, el sexo es malo. Algunos santos fueron víctimas de estas doctrinas y condenaron injustamente a la mujer y al sexo.
Se podrían aducir muchas citas. Sirvan de ejemplo las siguientes. Tertuliano escribió que: "La maldición que Dios pronunció sobre tu sexo (el de la mujer) todavía pesa en el mundo. Tú eres la puerta del diablo".
San Agustín exclamó de las mujeres cristianas: "¡Cuán sórdido, inmundo, y horrible es el abrazo de una mujer!".
Y san Juan Eudes llegó a decir que era una humillación para todas las mujeres el embarazo con niño, ya que éste (el niño, aludiendo a la doctrina del pecado original) era “¡enemigo de Dios y santuario del demonio!"
Para el teólogo, sacerdote de la Orden de Predicadores, Edward Schilebeeckx y otros autores católicos romanos se trata de una práctica de "pureza ritual" basada en el Levítico, que exigía abstinencia sexual, por lo menos un día antes de un servicio ritual.
Según Schilebeeckx, de esto es de lo que se trató durante los primeros diez siglos, no de una ley de celibato, sino de una ley de abstinencia o continencia sexual antes de celebrar la Eucaristía.
No es de extrañar, pues, que lo relacionado con el sexo, por las razones apuntadas, tuviera connotaciones negativas y siempre hubiera alguien que tratara de impedir que el sacerdote se casara. A pesar de ello, los clérigos se casaron a lo largo de los siglos.
En el siglo XI, cuando el Papa Gregorio VII (1073-85) quiso imponer el celibato a los sacerdotes, tan arraigada estaba la práctica del matrimonio, que los sacerdotes bramaron de coraje contra el Papa acusándolo de hereje, pues iba claramente contra las palabras del Señor: "No todos son capaces de ello" (Mt 19,11) y contra las del Apóstol: "Mejor es casarse que abrasarse" (1Cor. 7,9).
En el siglo XIII, el celibato trató de imponerse con más rigor, con un éxito relativo. Esta doctrina que se trataba de imponer por la fuerza era degradante no sólo en relación al matrimonio sacerdotal, sino a la relación sexual en todos los matrimonios cristianos, pretendiendo prohibir el acto sexual entre cónyuges excepto cuando la intención era tener hijos. Y en todo tiempo se hacía, por parte de las más altas autoridades de la Iglesia especial énfasis en la Virginidad de María, y de las consagradas al Señor, y la castidad y celibato en general. Siempre los grandes héroes de la Iglesia fueron vírgenes fueran hombres o mujeres, haciéndose gran énfasis en esta característica de los santos.
Estos Papas fueron hijos de sacerdotes: Sixto I, Dámaso I, Bonifacio I, Sixto III, Félix III, Agapito I, Marino, Juan XV. Papas que fueron hijos de obispos: Teodoro I, Bonifacio VI. El hijo del Papa Anastasio I fue a su vez Papa con el nombre de Inocencio I. El Papa Juan XI fue hijo ilegítimo del Papa Sergio III. Adrián II (867-72) fue el último Papa casado.
Otros Papas posteriores, aunque no estuvieron casados, tampoco fueron célibes tuvieron mujer e hijos: Benito V, Juan X y Juan XII, Benito VII y IX, Alejandro VI, Julio II, Pablo III, Julio III, Gregorio XIII y Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio X, Alejando VII, los últimos doce pertenecientes a los siglos XVI y XVII. (“Rome has Spoken” editado por Maureen Fiedler y Linda Rabben en los E.E. U.U.).
El pueblo, ya sea por mala información o por ignorancia o incomprensión, a veces se escandaliza y pierde la fe en el sacerdocio y en la Iglesia.
La Iglesia Anglicana Sínodo Unido, igual que otras confesiones cristianas, ha permitido el matrimonio sacerdotal como algo normal y santo, según los dictados del Creador. Debemos ver el sexo no como algo diabólico, sino como un regalo divino ofrecido al ser humano para que hombre y mujer se amen como Dios quiere.
¿Por qué actualmente la iglesia católica romana acepta a los obispos y sacerdotes anglicanos casados dentro de sus filas? Por varias razones:
I.- Son VERDADEROS SACERDOTES.
II.- Son un ejemplo a seguir.
III.- Son un bálsamo en medio del cáncer de los pedófilos que ha surgido a la luz en estos tiempos.
Más que hacerle un favor a los sacerdotes y obispos anglicanos, la Iglesia Católica romana se está haciendo un enorme favor, al buscar clero sano, santo y en vida ejemplar, que está casado… aunque para hacerlo deba buscarlo en otras iglesias.
Dios los bendiga.
¡¡¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!!!
Revdmo. ++Victor Hugo García Cortés
Arzobispo de la Provincia de Santo Tomas Becket
Iglesia Anglicana Sínodo Unido.
¡Paz en Cristo nuestro Sumo y Eterno Sacerdote!
El Nuevo Testamento incluye información real sobre el hecho de que por lo menos algunos de los apóstoles - incluyendo San Pedro - eran hombres casados; (Mt 8,14-15; 1 Cor 9,4-5; Tito 1,5-7) y el estar casado se consideró como normal para aquellos ordenados que seguían en el ministerio: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador,...que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (I Timoteo 3: 2-4).
El matrimonio del clero es una de las características de la libertad cristiana. Los Cánones apostólicos establecen que el clérigo (obispo, sacerdote o diácono) no debe abandonar a su esposa por motivos de una FALSA piedad.
El clero casado, a lo largo de los siglos fue testimonio viviente de la santidad del matrimonio, a ejemplo de Cristo esposo de la Iglesia. El clero casado es capaz de entender los problemas de los casados. Un clérigo célibe tratando de aconsejar a casados sobre sus problemas, es como dice nuestro Señor Jesucristo: “Un ciego guiando a otro ciego.”
La Iglesia Anglicana Sínodo Unido reconoce en el celibato un estado de vida muy venerable, pero el matrimonio está por encima del celibato, ya que el Matrimonio es un SACRAMENTO.
Está demostrado que cuando el celibato es opcional: es decir, cuando hay clérigos casados y solteros, los casos de escándalos sexuales (pedofilia, violaciones, etc.) son mínimos o nulos.
El celibato sacerdotal, dentro de la Iglesia Católico Romana, siempre ha sido un tema candente. Más aún en los últimos años. La verdad es que durante la mayor parte de la historia de la Iglesia los eclesiásticos pudieron casarse y la inmensa mayoría así lo hizo.
¿Por qué este asunto ha sido tan discutido y prohibido?
Jesús no le dio tanta importancia. Sus discípulos estaban casados. El mismo Papa Juan Pablo II reconoció que Jesús no promulgó una ley que prohibiera a sus discípulos casarse. San Pablo menciona el matrimonio como un derecho natural. En la Carta a los Corintios dice: “¿Por ventura no tenemos derecho a comer y beber? ¿No tenemos derecho a hacernos acompañar de una esposa cristiana como los demás Apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?” (1Cor 9:4-5). La misma doctrina se encuentra en sus Cartas a Tito (Tit 1,6) y a Timoteo (1 Tim 3) en las cuales insta a los sacerdotes a que sean fieles a sus mujeres.
A medida que la incipiente religión cristiana crecía y era atacada por pensadores de otras religiones, se vio obligada a defenderse con argumentos filosóficos. Para explicar, de alguna manera convincente, la existencia del mal en el mundo, existían doctrinas dualistas que afirmaban que hubo dos principios eternos creadores, uno positivo del que procede lo bueno, el espíritu, la luz, y otro negativo del que procede lo malo, la carne, la tierra, las tinieblas. Así podemos recordar el dualismo de los maniqueos, de los pelagianos, de los cátaros. La Iglesia rechazó esas doctrinas, pero se contaminó de algunas de las enseñanzas combatidas.
La idea de que el cuerpo es una cárcel para el alma, metáfora original de Platón, también ha sido muy usada por escritores cristianos. Si lo material procede de un principio malo, cada vez que se multiplica lo material se multiplica el mal y el pecado. El ser humano reproduce lo material a través del sexo, por ello, según estas interpretaciones, el sexo es malo. Algunos santos fueron víctimas de estas doctrinas y condenaron injustamente a la mujer y al sexo.
Se podrían aducir muchas citas. Sirvan de ejemplo las siguientes. Tertuliano escribió que: "La maldición que Dios pronunció sobre tu sexo (el de la mujer) todavía pesa en el mundo. Tú eres la puerta del diablo".
San Agustín exclamó de las mujeres cristianas: "¡Cuán sórdido, inmundo, y horrible es el abrazo de una mujer!".
Y san Juan Eudes llegó a decir que era una humillación para todas las mujeres el embarazo con niño, ya que éste (el niño, aludiendo a la doctrina del pecado original) era “¡enemigo de Dios y santuario del demonio!"
Para el teólogo, sacerdote de la Orden de Predicadores, Edward Schilebeeckx y otros autores católicos romanos se trata de una práctica de "pureza ritual" basada en el Levítico, que exigía abstinencia sexual, por lo menos un día antes de un servicio ritual.
Según Schilebeeckx, de esto es de lo que se trató durante los primeros diez siglos, no de una ley de celibato, sino de una ley de abstinencia o continencia sexual antes de celebrar la Eucaristía.
No es de extrañar, pues, que lo relacionado con el sexo, por las razones apuntadas, tuviera connotaciones negativas y siempre hubiera alguien que tratara de impedir que el sacerdote se casara. A pesar de ello, los clérigos se casaron a lo largo de los siglos.
En el siglo XI, cuando el Papa Gregorio VII (1073-85) quiso imponer el celibato a los sacerdotes, tan arraigada estaba la práctica del matrimonio, que los sacerdotes bramaron de coraje contra el Papa acusándolo de hereje, pues iba claramente contra las palabras del Señor: "No todos son capaces de ello" (Mt 19,11) y contra las del Apóstol: "Mejor es casarse que abrasarse" (1Cor. 7,9).
En el siglo XIII, el celibato trató de imponerse con más rigor, con un éxito relativo. Esta doctrina que se trataba de imponer por la fuerza era degradante no sólo en relación al matrimonio sacerdotal, sino a la relación sexual en todos los matrimonios cristianos, pretendiendo prohibir el acto sexual entre cónyuges excepto cuando la intención era tener hijos. Y en todo tiempo se hacía, por parte de las más altas autoridades de la Iglesia especial énfasis en la Virginidad de María, y de las consagradas al Señor, y la castidad y celibato en general. Siempre los grandes héroes de la Iglesia fueron vírgenes fueran hombres o mujeres, haciéndose gran énfasis en esta característica de los santos.
Estos Papas fueron hijos de sacerdotes: Sixto I, Dámaso I, Bonifacio I, Sixto III, Félix III, Agapito I, Marino, Juan XV. Papas que fueron hijos de obispos: Teodoro I, Bonifacio VI. El hijo del Papa Anastasio I fue a su vez Papa con el nombre de Inocencio I. El Papa Juan XI fue hijo ilegítimo del Papa Sergio III. Adrián II (867-72) fue el último Papa casado.
Otros Papas posteriores, aunque no estuvieron casados, tampoco fueron célibes tuvieron mujer e hijos: Benito V, Juan X y Juan XII, Benito VII y IX, Alejandro VI, Julio II, Pablo III, Julio III, Gregorio XIII y Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio X, Alejando VII, los últimos doce pertenecientes a los siglos XVI y XVII. (“Rome has Spoken” editado por Maureen Fiedler y Linda Rabben en los E.E. U.U.).
El pueblo, ya sea por mala información o por ignorancia o incomprensión, a veces se escandaliza y pierde la fe en el sacerdocio y en la Iglesia.
La Iglesia Anglicana Sínodo Unido, igual que otras confesiones cristianas, ha permitido el matrimonio sacerdotal como algo normal y santo, según los dictados del Creador. Debemos ver el sexo no como algo diabólico, sino como un regalo divino ofrecido al ser humano para que hombre y mujer se amen como Dios quiere.
¿Por qué actualmente la iglesia católica romana acepta a los obispos y sacerdotes anglicanos casados dentro de sus filas? Por varias razones:
I.- Son VERDADEROS SACERDOTES.
II.- Son un ejemplo a seguir.
III.- Son un bálsamo en medio del cáncer de los pedófilos que ha surgido a la luz en estos tiempos.
Más que hacerle un favor a los sacerdotes y obispos anglicanos, la Iglesia Católica romana se está haciendo un enorme favor, al buscar clero sano, santo y en vida ejemplar, que está casado… aunque para hacerlo deba buscarlo en otras iglesias.
Dios los bendiga.
¡¡¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo!!!
Revdmo. ++Victor Hugo García Cortés
Arzobispo de la Provincia de Santo Tomas Becket
Iglesia Anglicana Sínodo Unido.