sábado, 10 de julio de 2010

La Iglesia Anglicana: Católica pero no romana.

Y así resultó que la religión oficial de Inglaterra llegó a ser un Catolicismo sin el Papa. Roma excomulgó a la Iglesia Inglesa, y la Iglesia de Inglaterra, en cambio retuvo las marca católicas que los reformadores continentales habían abandonado.
Cuando Cranmer publicó el Libro de Oración Común de 1549, no tuvo una buena acogida. Los puritanos querían que Cranmer fuer amucho más allá; y el Libro de Oración Común de 1552 tuvo un sabor calvinista mucho más fuerte. Cranmer estaba bajo la constante presión de un bando o del otro; y habla muy en favor de su gran conocimiento y sabiduría el hecho de que siempre pudiera guiar a la Iglesia por la típica vía media anglicana.
En 1553 María Tudor ascendió al trono. “Cuando fue hecha reina, fue aclamada entusiastamente por su pueblo, cuando murió cinco años más tarde, apenas se derramó una sola lagrima por ella”. Catolica Romana fanática, inició una acerva persecución; 227 mártires murieron, incluyendo a Cranmer mismo. Antes de ascender ella al trono, el pueblo había deseado volver a Roma; mas la persecución le repugno y le dio nauseas.
A María le sucedió su hermana Isabel I. Es descrita como moderada, pero en realidad era católica, con una calificación importante: Estaba determinada a llevar ella los asuntos de su casa. Poco después de su ascenso al trono, apreció el Libro de Oración Común de 1559, que era un compromiso entre el primero y el segundo libros. La Iglesia Inglesa estaba ahora excomulgada y toda la autenticidad católica de la iglesia de Inglaterra giró alrededor de la consagración del Arzobispo Parker en 1559. Los católicos romanos con frecuencia han alegado que esta consagración fue inválida. Desde el punto de vista de la continuidad católica, pues, la Iglesia de Inglaterra que data de ese tiempo es considerada herética. Sin embargo, en nuestros días hay una tendencia entre los católicos romanos a evitar este tema, porque hay solida evidencia de que, de hecho, hubo cuatro obispos católicos en la consagración del Arzobispo Parker y esta fue, en todos los sentidos, una consagración en la sucesión histórica de las ordenes católicas.
El papa escribió una carta muy ruda a Isabel con motivo de su coronación, negándole el derecho al trono inglés a causa de su ilegitimidad.
Un nuevo Papa, Pio V, inmediatamente vio lo que había ocurrido, e intentó enmendar el daño de su predecesor. Ofreció reconocer el Libro de Oración de Cranmer de 1559, si Isabel lo aceptaba de la mano del Papa. Era el libro de Oración de Cranmer; era un Libro de Oración que había emergido del pensamiento de la Iglesia Inglesa, pero si Isabel hubiera estado dispuesta a recibirlo de manos del Papa, es interesante pensar lo que habría ocurrido y dónde estaríamos ahora.
El Papa, Pio V, excomulgó a Isabel, y esto constituyó el golpe mortal en lo tocante a Roma. “ningún acontecimiento en la historia inglesa, ni siquiera el complot de la pólvora, produjo un efecto tan hondo y duradero en la actitud de Inglaterra hacia la Iglesia católica Romana, como la Bula de Pio V. Los ingleses jamás olvidaron la excomunión de su reina” (A. O. Meyer, England and the Catholic Church under Quien Elizabeth,” Inglaterra y la Iglesia católica bajo la Reina Isabel”).
El Cardenal Secretario de Estrado escribió al Nuncio Pontificio en Madrid el 2 de diciembre de 1580: “Puesto que esa inicua mujer de Inglaterra gobierna sobre dos tan nobles reinos de la Cristiandad y es la causa de tanto perjuicio a la fe católica y pérdida de tantos millones de almas, no cabe duda de que quien a envíe fuera de este mundo con la piadosa intención de prestar un servicio a Dios, no solamente no incurre en pecado, sino que gana merito, especialmente teniendo en cuenta la sentencia pronunciada contra ella por Pio V, de santa memoria Y así, si esos caballeros ingleses deciden realmente realizar una obra tan gloriosa, Su Señoría puede asegurarles que no cometen pecado alguno. Confiamos también en Dios que escaparan de todo peligro”.
Isabel no se doblegaría ni al poder de Roma ni a mezquinas presiones de los puritanos, que estaban resueltos a arrojar la Iglesia de Inglaterra por la borda, al abismo de la Reforma continental.
Los puritanos tenían cuatro fines:
EL PRIMERO, y muy encomiable, era la provisión de un ministerio predicador bien formado;
el SEGUNDO era la reducción de las ceremonias a un mínimo famélico;
TERCERO, los puritanos querían introducir en la Iglesia de Inglaterra todo el sistema presbiteriano, eliminado obispos;
en CUARTO lugar, deseaban una iglesia estatal en todo el sentido de la palabra, completamente bajo el control del Parlamento y vacía de los últimos vestigios de independencia espiritual. Lo siguiente es una indicación de los extremismos del pensamiento puritano en aquel tiempo: “Que las iglesias catedrales sean totalmente demolidas… verdaderas cuevas de ladrones donde asquerosamente se abusa del tiempo, y del lugar del servicio de Dios, la predicación y la oración tocando el órgano, cantando, arrastrando y canturreando los salmos de un lado a otro del coro al otro, con chillidos de los coristas vociferando… perros mudos, torpes, sacerdotes sacrificantes, zánganos destructores, o más bien orugas de la palabra… cuevas de poltrones perezosos, holgazanes”.
Esto es lo que pensaban de las iglesias catedrales; si se hubieran salido con la suya, toda iglesia catedral en Inglaterra habría sido completamente arrasada. Aquí tenemos lo que pensaban de los obispos: “Prelados profanos, orgullosos, papistas, pestilentes, perniciosos”. Stephen Neill nos dice: “No podría esperarse que los obispos quedaran muy complacidos cuando el Doctor Henry Burton, Rector de San Mateo, en Friday Street, en la ciudad de Londres, aludiera a todos ellos en un sermón como carneros panza arriba; cuando una digna señora tendió su ropa lavada en el presbiterio de la iglesia diciendo que si el pastor traía su viejas sabanas a la Iglesia, ella también lo haría (¡y eso porque llevaba sobrepelliz!), cando otra se encaminó a la Catedral de Lichfield, acompañada por el Escribano de la Ciudad y su esposa, y arruinó las colgaduras del altar con un cubo lleno de betún”.
Este era el tipo de presión que ejercían los puritanos, intentando poner a la Iglesia de Inglaterra más en línea con le pensamiento reformista del continente de Europa. Tenemos muchísimo que agradecer a Cranmer que rehusó ser empujado por los puritanos o por los romanos. Se ha dicho: “La iglesia de Inglaterra antes y después del reforma, puede ser comparada a un jardín antes y después de la escarda; pero sigue siendo el mismo jardín”.
El pueblo respaldaba a la Reina Isabel cuando ella escribió al Emperador Fernando en 1565: “Nos y nuestros vasallos, Dios sea loado por ello, no seguimos religiones novedosas ni extrañas, sino la misma religión que Cristo manda, la que la Iglesia primitiva y católica sancionaba, la que aprueban la mente y la voz de los padres más antiguos de común acuerdo”.