jueves, 8 de julio de 2010

¿Camino a la unidad? Solo el tiempo lo dirá...




Presentamos nuestra traducción de la conferencia impartida hoy por Mons. Peter Elliot, obispo auxiliar de Melbourne y delegado para la implementación de “Anglicanorum coetibus” en Australia, a los miembros de Forward in Faith de esa nación.
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Los anglicanos ya no pueden hablar de “cruzar a nado el Tíber” [“swimming the Tiber”, frase que se suele usar para referirse al ingreso a la Iglesia Católica]. El Papa Benedicto XVI ha construido un noble puente, símbolo elegido como ilustración de la tapa de la edición de la Catholic Truth Society de la Constitución Anglicanorum coetibus. Hoy quiero describir hacia dónde conduce ese puente.
Ya
he sintetizado la oferta papal como “unidos en comunión, pero no absorbidos”, palabras que tienen resonancias de la visión ecuménica del pasado reciente, particularmente la era del Papa Pablo VI y el Arzobispo Michael Ramsey. Ahora, “unidos en comunión, pero no absorbidos” se realiza en “un Ordinariato Personal para los anglicanos que deseen entrar en la comunión plena con la Iglesia Católica”, usando las palabras del Santo Padre en su Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus.
Definiendo un “Ordinariato personal”
Anglicanorum coetibus establece una comunidad particular para los Anglicanos que elijan regresar a la unidad con el Sucesor de Pedro. Pero no es correcto llamar a esto un “ordinariato de rito anglicano”. Una mejor expresión sería un “ordinariato personal de uso anglicano”, es decir, una comunidad estructurada que mantiene sus propias tradiciones, al mismo tiempo que goza de privilegios litúrgicos particulares dentro del Rito Romano. Para comprender la estructura propuesta, podemos compararla con estructuras similares que ya existen dentro de la Iglesia Católica.
El Ordinariato militar
El Ordinariato de Uso Anglicano propuesto puede compararse con el Ordinariato militar ya establecido en muchos países, incluidos Australia, el Reino Unido y los Estados Unidos. La Iglesia Anglicana de Australia tiene una estructura similar. Anglicanorum coetibus hace referencia a esta estructura en la nota al pie número 12.
Un Ordinariato militar es un tipo de diócesis que cubre un país entero pero también está presente en lugares fuera del país, donde trabaja el personal militar, tales como Afganistán o Timor Oriental. El obispo de las fuerzas armadas ejerce una jurisdicción ordinaria sobre los capellanes militares y los miembros católicos de las fuerzas armadas – dondequiera que estén. Por esto, su ministerio está en relación directa con las personas, y es más personal que territorial.
Sin embargo, la estructura propuesta en Anglicanorum coetibus para el Ordinariato Personal de Uso Anglicano es más cercana a una diócesis territorial. Podrían existir distintos ordinariatos en un país, lo que no es el caso con la estructura militar. Por consiguiente, para comprender mejor un Ordinariato de Uso Anglicano, dirijamos nuestra mirada a los venerables y antiguos Ritos Orientales que conviven dentro de la Iglesia Católica, propiamente llamados Iglesias Católicas Orientales.
Una Iglesia: Oriente y Occidente
Estas Iglesias autónomas están en comunión con Roma, pero sus miembros no son “católicos romanos”, es decir, no son católicos del Rito Romano. Necesito exponer algo esencial que muchos anglicanos no comprenden: la Iglesia Católica no es una estructura monolítica. Es una comunión de Iglesias, guiadas por obispos que están en comunión con el Obispo de Roma y entre sí, miembros de un único colegio apostólico. Esta unidad de comunión de iglesias locales o particulares está expuesta en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia promulgada por el Concilio Vaticano II(LG 23).
Cada diócesis es una “iglesia particular”, gobernada por un sucesor de los apóstoles. Por esto es que hablamos de la Iglesia de Roma, la Iglesia de Melbourne, la Iglesia de Washington, etc. A través de un origen complejo en los tiempos apostólicos, la mayoría de estas iglesias particulares están hoy agrupadas juntas dentro del Rito Romano. No sólo están en comunión con la Iglesia de Roma, la Sede de Pedro, sino que también usan la liturgia de Roma. Los miembros de estas iglesias particulares son conocidos como católicos romanos, o católicos del Rito Romano, o católicos latinos.
Al mismo tiempo, muchas otras iglesias particulares están agrupadas dentro de una serie de antiguos Ritos Orientales, también en comunión con Roma, pero con liturgias apropiadas a sus orígenes: sirios, griegos, egipcios, armenios, etc. Sus miembros son católicos ucranianos, católicos maronitas, católicos coptos, etc. No son católicos romanos. Es por esto que está mal ponernos a todos juntos y llamar a todos los que están en comunión con Roma como “católicos romanos”. Yo puedo referirme a mí mismo con ese término, pero mi hermano católico ucraniano no debería describirse a sí mismo como católico romano – y no lo hará. Para resumir, dentro de la Iglesia Católica existe una amplia gama de católicos y de comunidades.
Diócesis y eparquías
Si miramos con más atención a estas Iglesias Católicas Orientales, encontramos primero las típicas diócesis territoriales en el país de origen: Ucrania, Egipto, Líbano, Siria, India, Irak, etc. Pero luego encontramos un segundo tipo de diócesis para aquellos miembros de estas iglesias que han emigrado y que ahora están diseminados en otro país como Canadá o Australia. Este tipo de diócesis es a menudo – no siempre – llamado eparquía.
En una eparquía, un obispo de rito oriental tiene jurisdicción sobre el clero y los fieles laicos de su rito, dentro de un país o dentro de una región en un país grande como Canadá. Por ejemplo, el obispo ucraniano católico que tiene su catedral en North Melbourne es el obispo de la Eparquía de los Santos Pedro y Pablo, Australia. Tiene jurisdicción ordinaria sobre todos los ucranianos católicos en Australia. Su gente es también conocida como “greco-católicos”, porque celebran la liturgia de Constantinopla, el Rito Bizatino.
El mismo tipo de estructura se aplica también a la diócesis maronita de San Marón, la diócesis caldea de Santo Tomás y la Eparquía de San Miguel Arcángel para los católicos melquitas, todos con base en Sydney. El territorio de estos obispos coexiste con las diócesis de Rito Romano en Australia, y los obispos son miembros de la Conferencia Episcopal Australiana.
El Ordinariato de Uso Anglicano
El Ordinario de un Ordinariato Personal de Uso Anglicano será como un eparca, teniendo jurisdicción sobre y el cuidado pastoral de una serie de parroquias, “jurídicamente comparable a una diócesis”. Pero “enseñará, santificará y gobernará” dentro de la tradición occidental, el Rito Romano, y éste es el desarrollo nuevo e interesante en Anglicanorum coetibus. Existe también otra semejanza cercana entre los Ordinariatos Personales de Uso Anglicano y las eparquías católicas orientales. Puede describirse como un “ethos” distintivo basado en una tradición litúrgica y en una amplia gama de costumbres, historia, espiritualidad y cultura, sin olvidar los vínculos personales entre las personas y las familias. En vuestro caso, esto será el patrimonio anglicano. Nos dedicaremos con más atención a esto a su debido tiempo.
En plena comunión con el Sucesor de San Pedro, los miembros de cada Ordinariato Personal se reunirán en comunidades distintivas que preserven elementos del culto, la espiritualidad y la cultura anglicana que sean compatibles con la fe y la moral católicas. Los miembros de un Ordinariato podrán dar culto según su propio “uso” litúrgico, siendo católicos de Rito Romano. Por eso, en el Ordinariato, seréis “católicos romanos” o “católicos latinos”, parte del grupo más grande en la Iglesia Universal. Al mismo tiempo, como los católicos de rito oriental, seréis portadores de una tradición distintiva y respetada. Vuestros ordinarios, obispos o sacerdotes, trabajarán junto a los obispos de las diócesis de Rito Romano y los obispos de las eparquías y diócesis de Rito Oriental, teniendo su lugar dentro de la Conferencia Episcopal de cada nación o región.
“Unidos…”
Cuando Anglicanorum coetibus fue publicada, una mujer anciana se acercó a su párroco y le dijo: “Padre, ¿ahora somos todos católicos romanos?”. Por supuesto que no es tan simple, y no debe serlo. El ingreso a la comunión plena con Roma por medio de un Ordinariato implica una decisión personal y un proceso sacramental. Esta decisión por la unidad implica la aceptación del cuidado pastoral y de la autoridad que Cristo confió a los sucesores de San Pedro.
La decisión de ser reconciliado a través de un Ordinariato sólo puede hacerse siguiendo la propia conciencia, es decir, después de oración, estudio y reflexión. Éste es un paso de fe en Jesucristo y en Su Iglesia. Implica aceptar todas las enseñanzas de la Iglesia acerca de la fe y de la moral.
Un asentimiento personal de fe con estas características necesita ser formado e informado. Por usar una expresión anglicana, por favor “leer, anotar, aprender y asimilar interiormente” el Catecismo de la Iglesia Católica. Éste compendia la Fe “que nos fue dada”, comprendida en la única Palabra de Dios que viene a nosotros – como enseña el Concilio Vaticano II – por medio de la Escritura y de la Tradición.
La unidad en la fe es preservada y animada por la unidad con el Vicario de Cristo en la tierra y con los obispos del colegio apostólico reunidos en torno a él. Sin embargo, necesitamos considerar la dimensión práctica de la unidad, la disciplina de la Iglesia y sus leyes. Éstas están establecidas para los católicos de Rito Romano – incluyendo a los miembros de los ordinariatos – en el Código de Derecho Canónico de 1983, una nueva versión del Código de 1917, revisado a la luz del Concilio Vaticano II y de las reformas desarrolladas después del Concilio.
Algunos anglicanos pueden sentir preocupación ante la perspectiva de quedar bajo el derecho canónico, pero el código es también un estatuto detallado de nuestros derechos como clérigos y laicos. La autoridad de los obispos está regulada por el código. En esta perspectiva, el código puede ser llamado la “constitución” de la Iglesia. Sin embargo, necesito ser franco acerca de un área relevante del código, el tema del matrimonio.
En esta área, el Código es preciso, manteniendo lo que una vez fue sostenido dentro del anglicanismo, la enseñaza de Cristo acerca de la indisolubilidad del matrimonio. El Código guía a los tribunales diocesanos y los tribunales superiores en Roma, tales como la Rota y ciertas Congregaciones vaticanas. Por tanto, las personas casadas, clérigos o laicos, que quieran ingresar en el Ordinariato necesitan saber que no pueden ser reconciliados con la Iglesia como miembros del Ordinariato hasta que sus situaciones matrimoniales irregulares sean aclaradas por medio de los tribunales diocesanos. La unidad en Cristo para las personas casadas implica la unidad en Su Sacramento del Matrimonio. El acceso a los tribunales es fácil, y estos trabajan siguiendo líneas pastorales.
Junto con el Código de Derecho Canónico, la vida sacramental, pastoral y administrativa del Ordinariato estará regulada por leyes y estatutos internos. Las estructuras administrativas requeridas están ya establecidas en las Normas Complementarias que acompañan la Constitución. Aquí nuevamente encontramos semejanza entre el Ordinariato y la Iglesia Católica Oriental autónoma. Pero existe un Código de Derecho Canónico distinto para las Iglesias Orientales, que protege sus tradiciones, costumbres y disciplina sacramental.
“Pero no absorbidos”
Algunos críticos de Anglicanorum coetibus han percibido la semejanza entre los Ordinariatos y las Iglesias Católicas Orientales. Ellos desestiman la generosa oferta del Papa como “uniatismo”, es decir, como una “unidad” impuesta por la sumisión al imperialismo papal. Los católicos evitan el polémico término “uniata”. Los católicos de rito oriental lo hallan muy ofensivo. Este término sugiere que todas sus Iglesias rompieron con las antiguas Iglesias y regresaron a la jurisdicción del Papa por razones oportunistas, políticas o económicas. Los católicos maronitas, particularmente, se sienten molestos por esta retórica, dado que ellos nunca estuvieron separados de Roma. Pero los católicos orientales saben que la libertad, autonomía y tradiciones que ellos valoran son protegidas por la unidad con Roma.
Al estudiar la interesante historia de los proyectos de reunificación de Roma y Canterbury, algunos olvidados o silenciados, encontramos propuestas que ahora están incluidas en Anglicanorum coetibus, resumidas en la frase querida al Papa Pablo VI y al Arzobispo Ramsey, “unidos pero no absorbidos”. Es por esto que dije en un artículo reciente: “no llegáis a los Ordinariatos con las manos vacías. Como aprendí cuarenta años atrás, no perderéis nada, sino que recuperaréis una herencia que nos fue robada cuatro siglos atrás. Esa herencia que fue recuperada en gran parte por los gigantes del Movimiento de Oxford. Creo que ellos nos sonríen en este momento…”.
¿Qué es precisamente esta “herencia que nos fue robada cuatro siglos atrás”? Es el “ethos” distintivo de la entera tradición del catolicismo inglés, desde los británicos-romanos y los cristianos irlandeses hasta la Reforma. Lo vemos avanzando en dos direcciones.
En primer lugar, el desarrollo subsiguiente del catolicismo a la luz de los Concilios de Trento, Vaticano I y Vaticano II, primero mantenido en secreto por los “recusantes” y luego por los católicos ingleses del Rito Romano que recibieron la emancipación en 1929. El Venerable John Henry Newman se unió a estos fieles en 1845. La heroica historia de esta gente está marcada por la continuidad. Ellos mantuvieron con valentía lo que hubiera sido parte de la vida cristiana si la comunión con el Sucesor de Pedro no se hubiera roto en la Reforma. Mi propia experiencia de la Iglesia Católica en Inglaterra ha sido la de una comunidad acogedora, un crisol anglo-irlandés (o actualmente, anglo-polaco), pero distintivamente inglés en cultura, espiritualidad e identidad.
Al mismo tiempo, vemos el desarrollo paralelo, vuestra herencia que la Anglicanorum coetibus reconoce, honra y busca mantener. Dentro de la estructura del “Anglican Settlement”, los anglicanos con convicciones católicas buscaron mantener, enriquecer y restaurar la continuidad, a menudo con gran costo. Pensamos en los “caroline divines”, los episcopalianos escoceses, los Wesleys, y los profesores y héroes del movimiento de Oxford: hombres como Keble y Pusey, sacerdotes de la Sociedad de la Santa Cruz, hombres y mujeres valientes que formaron comunidades religiosas, clérigos abnegadamente comprometidos en el servicio de los pobres que buscaron alcanzarles la justicia social y una visión del Reino a través de un bello culto católico. No olvidemos la genialidad de Dom Gregory Dix, Michael Ramsey, C.S. Lewis, Eric Mascall, T.S. Eliot y Dorothy Sayers. Toda esta herencia puede enriquecer una unidad de fe compartida por todos los católicos de habla inglesa. El puente sobre el Tíber conduce a esta unidad.
Como indica Anglicanorum coetibus, cada Ordinariato Personal ha de estar en interrelación con los demás católicos del Rito Romano y de los Ritos Orientales. No se trata de un tipo de parque nacional para una especie rara y en peligro. Así y todo, creo que, al fin de cuentas, las únicas comunidades significativas con auténtica tradición del movimiento de Oxford que quedarán en la tierra habrán de encontrarse en los Ordinariatos Personales dentro de la Iglesia Católica.
Otros anglicanos
Al mismo tiempo, sabemos que muchos anglicanos evangélicos también están siguiendo sus conciencias y tomando decisiones bajo la Palabra de Dios en la Escritura. Nuestra comprensión de la Palabra de Dios puede ser diferente de la suya porque incluimos la Tradición junto con la Escritura como única Palabra de Dios. Al mismo tiempo honramos su fidelidad a la Biblia, fidelidad a los grandes dogmas de la Encarnación, la Redención y la Resurrección, a las verdades del Evangelio y a las enseñanzas morales de Jesucristo. Algunos evangélicos están enviando mensajes de aliento a los anglo-católicos que consideran unirse a un ordinariato. No crean que porque en algunos lugares ellos tienen un mayor número están exentos de los sentimientos de pena, dolor, escándalo y rechazo que vosotros habéis sufrido.
Un difícil problema en el presente es seguramente el resolver la tensa relación con los anglicanos ordinarios. Sí, he oído comentarios hirientes contra los que consideran el Ordinariato (“No pueden tenerlos…”, etc.). Pero también he oído palabras de buena voluntad y comprensión. Esperemos y recemos para que prevalezcan la amabilidad y el respeto mutuo.
Si elegís el Ordinariato, el desafío será mantener las puertas abiertas, no establecer clubes o camarillas. Por medio de los ordinariatos establecidos podréis alcanzar con el amor de Cristo a otro grupo, ese desconocido número de anglicanos tradicionales desconcertados y a la deriva. Pero también respetemos a aquellos anglicanos tradicionales que elijan continuar en sus propios círculos. Algunos de ellos deslizan comentarios poco caritativos o recurren a lógicos manotazos, incluso considerando con sospecha la oferta papal. Pero “la pelota está en su campo”. El desafío es: “Bueno, hermanos y hermanas, ¿dónde estáis ahora y hacia dónde os dirigís?”. Rogad por ellos al tiempo que rogáis por todos los que consideran hacer ese corto pero decisivo viaje a través del puente de la Anglicanorum coetibus.
Mi apelación final es que podáis dejar de lado la angustia y las polémicas acerca de la agenda liberal que al presente divide la Comunión Anglicana. Uno de los efectos de la unidad con Roma por medio del Ordinariato debiera ser la libertad del pasado reciente y una sanación de la memoria y paz interior. Jesucristo nos llama a la paz y a un renovado compromiso con Su Misión, sobre todo en el ministerio de la caridad para con los pobres y con el llevar la Buena Noticia a los espiritualmente pobres de nuestra sociedad secularizada. Todas las estructuras en la Santa Iglesia deberían servir a esta gloriosa causa de Su Reino. A Él elevamos nuestros ojos al tiempo que miramos hacia delante en oración y esperanza.
Un epílogo: La futura Liturgia de los Ordinariatos
Anglicanorum coetibus autoriza a los Ordinariatos a usar los libros que contienen la herencia litúrgica anglicana: “a fin de mantener en el interior de la Iglesia Católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión Anglicana, como don precioso para alimentar la fe de sus miembros y como un tesoro para compartir”. Prestad atención a esas últimas palabras. Lo que esa liturgia distintiva “de rito anglicano” de los Ordinariatos ha de ser, todavía debe trabajarse. Cuando el proyecto esté completado, necesitará el reconocimiento de la Santa Sede. Pero ahora podría ser interesante cierta especulación.
Considerando su historia y su fuerte influencia en las primeras ediciones del Book of Common Prayer, el Rito Sarum podría ser una fuente importante. La Reina María I publicó una edición nacional del Misal Sarum para reemplazar a aquellos misales de uso diocesano que fueron quemados cuando apareció el primer Book of Common Prayers en 1549. Por consiguiente, el Uso Sarum fue la última versión del Rito Romano en Ignlaterra hasta que el universal Missale Romanum fue autorizado por San Pío V en 1570. A fines del siglo XIX, cuando la Catedral de Westminster fue construida, se propuso que el Rito Sarum fuera revivido como uso propio de la Catedral. Nada surgió de este proyecto, perdido – sospecho – en las corrientes cruzadas de las controversias litúrgicas y en una tendencia ultramontana de estandarizar la liturgia según las líneas de la Contrarreforma, incluso hasta de la forma de las casullas.
Las distintas ediciones del Book of Common Prayer obviamete tendrán influencia en la preparación de este uso para los Ordinariatos. Pero es necesaria una llamada de atención. La prosa de Cranmer es majestuosa, pero toda su doctrina no es sólida. Se necesitará alguna edición para con las expresiones que no están en armonía con la fe católica, particularmente aquellas que vienen de la edición ampliamente protestante de 1552 del Book of Common Prayer. En los círculos anglo-católicos ya habéis intentado tratar estos asuntos como puede verse en el Misal Inglés y en el Misal Anglicano.
Os doy un ejemplo que me preocupa como teólogo de los Sacramentos. “Haced esto en recuerdo mío” no debiera aparecer nunca en un rito católico. “Haced esto en memoria mía” es una traducción más adecuada de los idiomas originales y nos aleja del “recuerdismo”. El significado de la Eucaristía como el gran memorial sacrificial está establecido en el Catecismo de la Iglesia Católica (1362-1367).
El próximo año, una nueva traducción al inglés del Misal del Rito Romano entrará en vigor. El uso de un inglés más poéticamente elegante significará que la belleza del lenguaje utilizado en los Ordinariatos no chocará con la “traducción” banal e imprecisa que actualmente usamos.
Dejadme añadir que un “uso anglicano” se sumará a la diversidad de usos que ya existe dentro del Rito Romano, comenzando con las dos formas: “ordinaria” (Novus Ordo”) y “extraordinaria” (Usus Antiquior, Liturgia tradicional en latín), e incluyendo los esfuerzos por revivir los usos de las órdenes religiosas y los usos regionales. En Milán existen ahora dos formas del venerable Rito Ambrosiano, ordinaria y extraordinaria. Sobre esta variedad se informa de vez en cuando en la página New Liturgical Movement, también un indicador del proyecto y la visión litúrgica de Benedicto.
Un sueño mío es que las iglesias de los Ordinariatos resuenen con buena música – desde Stanford a Palestrina, desde Vaughan Williams a Bruckner. Necesitamos el estilo de música que dé mayor gloria a Dios y que sea “un tesoro para compartir” con todos los católicos.