jueves, 12 de agosto de 2010

Sacramento del Orden: Obispos, Sacerdotes y Diáconos


Las Sagradas Escrituras y los antiguos autores cristianos expresan con claridad que, desde los tiempos apostólicos, han existido diferentes ministerios en la Iglesia. En particular, desde los tiempos del Nuevo Testamento, la santa Iglesia católica de Cristo se ha caracterizado por tener tres distintas órdenes de ministros ordenados. Primero, está la orden de obispos, quienes continúan la obra apostólica dirigiendo, supervisando y uniendo la Iglesia. Segundo, asociados con los anteriores, están los presbíteros, quienes, más tarde, fueron generalmente llamados sacerdotes. Junto con los obispos, éstos participan en el gobierno de la Iglesia, en su obra misionera y pastoral, y en la predicación de la Palabra de Dios y la administración de sus santos Sacramentos. Tercero, están los diáconos que asisten a los obispos y sacerdotes en todo este ministerio. Además, es responsabilidad especial de los diáconos, ministrar en nombre de Cristo a los pobres, los enfermos, los afligidos y los desvalidos. Las personas escogidas y reconocidas por la Iglesia como llamadas por Dios al ministerio ordenado, son admitidas a estas sagradas órdenes por medio de oración solemne y la imposición de manos episcopales. Ha sido y es la intención y propósito de esta Iglesia, mantener y continuar estas tres órdenes; y, para este propósito, estos ritos de ordenación y consagración son establecidos. A ninguna persona se le permite ejercer las funciones de obispo, presbítero o diácono en esta Iglesia, a menos que así haya sido ordenada o ya haya recibido tal ordenación con la imposición de manos de obispos debidamente calificados para conferir Ordenes Sagradas. Está también reconocido y afirmado que el ministerio tríplice no es propiedad exclusiva de esta rama de la Iglesia católica de Cristo, sino don de Dios para el crecimiento de su pueblo y la proclamación de su Evangelio por todas partes. Consecuentemente, el modo de ordenar en esta Iglesia ha de ser tal como ha sido y ahora es mayormente reconocido por pueblos cristianos como el adecuado para conferir las sagradas órdenes de obispo, presbítero y diácono.