ESTAMBUL, martes 23 de febrero de 2010 (ZENIT.org).-
El Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, defiende el diálogo ecuménico emprendido con las demás confesiones cristianas, y especialmente con la Iglesia católica, en su Mensaje con motivo del Domingo de la Ortodoxia, que se celebró el pasado 21 de febrero, primer domingo de Cuaresma.
La unidad entre los cristianos, afirma el Patriarca, es “voluntad del propio Cristo”, y “condición necesaria” para el diálogo con el mundo. En este sentido, critica a los “círculos” que se oponen a este diálogo, a quienes acusa de “distorsionar” la realidad para inquietar a los fieles.
Por ello, invita a “confiar en la Iglesia” a los cristianos ortodoxos, pues “ la Ortodoxia no tiene necesidad de ningún fanatismo o intolerancia para protegerse a sí misma”.
“Quien cree que la Ortodoxia tiene la verdad no teme el diálogo, porque la verdad nunca ha estado en peligro por el diálogo”, afirma Bartolomé I.
Necesidad del diálogo
El Patriarca explica en el Mensaje que la Ortodoxia “no es un tesoro de museo que debe ser preservado, sino que es un soplo de vida que debe ser transmitido para fortalecer a todas las personas”.
Si la Ortodoxia “se encierra en sí misma”, afirma Bartolomé I, corre el riesgo de convertirse en “un grupo introvertido y concentrado en sí mismo, un gueto al margen de la historia”.
Sin embargo, subraya, este diálogo “no puede alcanzar el mundo exterior, a menos que primero pase por todos aquellos que llevan el mismo nombre”, los cristianos, con el fin de “resolver nuestras diferencias, a fin de que nuestro testimonio al mundo exterior pueda ser creíble”.
En este sentido, afirma que estos esfuerzos por la unidad “son la voluntad y el mandato de nuestro Señor”.
“No es posible que el Señor sufriera por la unidad de sus discípulos, mientras que nosotros permanecemos indiferentes acerca de la unidad de todos los cristianos. Ello constituiría una traición criminal y una transgresión de su mandato divino”.
Distorsiones
Por ello lamenta la actuación de ciertos círculos, a los que denomina “fanáticos”, que “reclaman para sí el título de defensores de la ortodoxia”, y que se oponen a la decisión “de todos los patriarcas y de los Sínodos Sagrados de las Iglesias ortodoxas de todo el mundo, que decidieron por unanimidad seguir apoyando estos diálogos”.
Pero particularmente lamenta que estos sectores críticos “incluso no duden en distorsionar la realidad para engañar y alarmar a los fieles”, silenciando “el hecho de que el diálogo teológico se lleva a cabo por decisión unánime de todas las Iglesias ortodoxas”.
“Se difunden falsos rumores de que la unión entre la Iglesia católica romana y la ortodoxa es inminente, mientras que ellos saben muy bien que las diferencias que se discuten en estos diálogos teológicos siguen siendo numerosas y requieren de un largo debate”.
También desmiente que el Papa quiera “someter a los ortodoxos”, y rebate la acusación de “herejía”, afirmando que no existe prueba alguna de que, en sus contactos con los no ortodoxos, “la Iglesia Ortodoxa haya abandonado o negado las doctrinas de los concilios ecuménicos y de los Padres de la Iglesia”.
Llamada a la unidad
El Patriarca insiste en que la unidad querida por Cristo es la razón de que, “con el acuerdo mutuo y la participación de todas las Iglesias locales ortodoxas, el Patriarcado Ecuménico haya llevado a cabo durante muchas décadas un diálogo oficial panortodoxo con las Iglesias y confesiones cristianas más grandes”.
“El objetivo de estos diálogos es, en un espíritu de amor, discutir lo que divide a los cristianos, tanto en términos de fe, como en cuanto a la organización y la vida de la Iglesia”, subraya.
También afirma que “con un sentido del deber y la responsabilidad, a pesar de los obstáculos y problemas, como primer trono de la Iglesia Ortodoxa, el Patriarcado Ecuménico se preocupa por la protección y el establecimiento de la unidad de la Iglesia Ortodoxa, a fin de que con una sola voz y un solo corazón, podamos confesar la fe ortodoxa de nuestros padres en todas las épocas e incluso en nuestros tiempos”.
Por ello invita a los fieles a “tener mayor confianza en su Madre Iglesia. La Iglesia Madre, a través de los siglos, conserva y transmite la ortodoxia, incluso a otras naciones. Y hoy, la Madre Iglesia está luchando en medio de circunstancias difíciles para mantener la ortodoxia vibrante y venerable en todo el mundo”.
La unidad entre los cristianos, afirma el Patriarca, es “voluntad del propio Cristo”, y “condición necesaria” para el diálogo con el mundo. En este sentido, critica a los “círculos” que se oponen a este diálogo, a quienes acusa de “distorsionar” la realidad para inquietar a los fieles.
Por ello, invita a “confiar en la Iglesia” a los cristianos ortodoxos, pues “ la Ortodoxia no tiene necesidad de ningún fanatismo o intolerancia para protegerse a sí misma”.
“Quien cree que la Ortodoxia tiene la verdad no teme el diálogo, porque la verdad nunca ha estado en peligro por el diálogo”, afirma Bartolomé I.
Necesidad del diálogo
El Patriarca explica en el Mensaje que la Ortodoxia “no es un tesoro de museo que debe ser preservado, sino que es un soplo de vida que debe ser transmitido para fortalecer a todas las personas”.
Si la Ortodoxia “se encierra en sí misma”, afirma Bartolomé I, corre el riesgo de convertirse en “un grupo introvertido y concentrado en sí mismo, un gueto al margen de la historia”.
Sin embargo, subraya, este diálogo “no puede alcanzar el mundo exterior, a menos que primero pase por todos aquellos que llevan el mismo nombre”, los cristianos, con el fin de “resolver nuestras diferencias, a fin de que nuestro testimonio al mundo exterior pueda ser creíble”.
En este sentido, afirma que estos esfuerzos por la unidad “son la voluntad y el mandato de nuestro Señor”.
“No es posible que el Señor sufriera por la unidad de sus discípulos, mientras que nosotros permanecemos indiferentes acerca de la unidad de todos los cristianos. Ello constituiría una traición criminal y una transgresión de su mandato divino”.
Distorsiones
Por ello lamenta la actuación de ciertos círculos, a los que denomina “fanáticos”, que “reclaman para sí el título de defensores de la ortodoxia”, y que se oponen a la decisión “de todos los patriarcas y de los Sínodos Sagrados de las Iglesias ortodoxas de todo el mundo, que decidieron por unanimidad seguir apoyando estos diálogos”.
Pero particularmente lamenta que estos sectores críticos “incluso no duden en distorsionar la realidad para engañar y alarmar a los fieles”, silenciando “el hecho de que el diálogo teológico se lleva a cabo por decisión unánime de todas las Iglesias ortodoxas”.
“Se difunden falsos rumores de que la unión entre la Iglesia católica romana y la ortodoxa es inminente, mientras que ellos saben muy bien que las diferencias que se discuten en estos diálogos teológicos siguen siendo numerosas y requieren de un largo debate”.
También desmiente que el Papa quiera “someter a los ortodoxos”, y rebate la acusación de “herejía”, afirmando que no existe prueba alguna de que, en sus contactos con los no ortodoxos, “la Iglesia Ortodoxa haya abandonado o negado las doctrinas de los concilios ecuménicos y de los Padres de la Iglesia”.
Llamada a la unidad
El Patriarca insiste en que la unidad querida por Cristo es la razón de que, “con el acuerdo mutuo y la participación de todas las Iglesias locales ortodoxas, el Patriarcado Ecuménico haya llevado a cabo durante muchas décadas un diálogo oficial panortodoxo con las Iglesias y confesiones cristianas más grandes”.
“El objetivo de estos diálogos es, en un espíritu de amor, discutir lo que divide a los cristianos, tanto en términos de fe, como en cuanto a la organización y la vida de la Iglesia”, subraya.
También afirma que “con un sentido del deber y la responsabilidad, a pesar de los obstáculos y problemas, como primer trono de la Iglesia Ortodoxa, el Patriarcado Ecuménico se preocupa por la protección y el establecimiento de la unidad de la Iglesia Ortodoxa, a fin de que con una sola voz y un solo corazón, podamos confesar la fe ortodoxa de nuestros padres en todas las épocas e incluso en nuestros tiempos”.
Por ello invita a los fieles a “tener mayor confianza en su Madre Iglesia. La Iglesia Madre, a través de los siglos, conserva y transmite la ortodoxia, incluso a otras naciones. Y hoy, la Madre Iglesia está luchando en medio de circunstancias difíciles para mantener la ortodoxia vibrante y venerable en todo el mundo”.